
El empresario y hoy en día, ex presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, terminó su
mandato en un ambiente convulsionado, y un 2020 deficiente en lo social (muerte de George Floyd y
protestas del movimiento Black Lives Matters), salud (manejo de la pandemia Covid-19) y política
(acusaciones de fraude electoral infundadas). Pero, cuando hablamos de políticas migratorias, estas,
por lo bajo, tienen un sello propio y causaron innumerables polémicas. Ya por su alarmismo
xenófobo, una política migratoria basada en la negación o medidas que redujeron la política exterior
hacia América Latina al control, el ex presidente implementó una agenda política de corte claramente
ultranacionalista.
Ya en nombre de la “salud pública” buscó “expulsar” a millones de migrantes (incluidos niños
no acompañados), sin posibilidad de solicitar asilo o realizarles test de coronavirus, ni forma de
rastrear lo que les sucedió; buscó revocar el programa de Acción Diferida para los Llegados en la
Infancia de la era Obama, o DACA (Deferred Action for Childhood Arrivals), negándose a aceptar
nuevas solicitudes y limitando las renovaciones; además de la construcción de su icónico y tangible
muro, que se construye entre Estados Unidos y México. Iniciativa censurada por muchos, pero que
se convirtió en el emblema de su anterior campaña en las penúltimas presidenciales.

Por el contrario, Joe Biden, (quien votó a favor de la Ley de Valla Segura en 2006 y que
aprobó la financiación de un muro fronterizo), criticaba la “obsesión” de Trump con una barrera
fronteriza, hoy en día busca poner fin a la construcción de dicho muro fronterizo con México y ha
solicitado también, la cancelación de la emergencia nacional decretada por la administración Trump y
su financiamiento. Ordenó salvaguardar el programa DACA que protege de la deportación a los
“dreamers”, y también revisar las medidas a la hora de arrestar a inmigrantes indocumentados para
así contarlos de nuevo en el censo de población.
En sus primeros 30 días como presidente de Estados Unidos, Joe Biden redujo gran parte de
las políticas migratorias de su antecesor, firmando nueve órdenes ejecutivas en esta materia, y
enviando al Congreso su proyecto de reforma migratoria. En este sentido, declaró que dedicaría sus
esfuerzos a revertir los cambios implementados por Trump en materia de refugiados, para hacer de
Estados Unidos un referente en acogida y asilo, todo, teniendo en cuenta la disminución del
presupuesto asignado a la acogida de refugiados en la era Trump y las supresiones que implementó
a los programas gubernamentales de cooperación, que restringieron la entrada de ciudadanos de
distintos países.
Tanto el rechazo como la criminalización hacia los migrantes de parte de la retórica
argumentativa (plagada de descalificaciones y adjetivos hacia los indocumentados) de Donald Trump
son, por el momento, parte del pasado y, por su parte, Joe Biden ha dictado en un mes diversas
medidas en favor de los migrantes. Entre ellas, el envío a la Cámara de Representantes del proyecto
denominado “Ley de Ciudadanía de los Estados Unidos de 2021” el más importante en más de 30
años y que considera un camino a la ciudadanía para 11 millones de indocumentados, con la única
restricción de que hayan llegado a Estados Unidos antes del 1 de enero de 2021. Los primeros
favorecidos serán quienes estén adscritos a DACA; luego los trabajadores agrícolas y después los
empleados en labores esenciales.
Sea cual sea el futuro de migratorio en Estados Unidos, existen investigaciones en todo el
mundo que demuestran que los inmigrantes fortalecen las economías y, por el contrario de lo que se
podría pensar, no compiten con los trabajadores nacidos en este país ni por empleos, ni tampoco
generan una baja de salarios. Solo queda ver cómo evolucionan las reformas de Biden para ver si
todo es verdad.
Las fotos son de getty images.
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